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miércoles, 5 de octubre de 2016

El tango es la danza del diablo



La mañana del 11 de enero de 1914, Lpetit journal sobresaltó a la sociedad parisina con este titular: "El Cardenal Amette, Arzobispo de París prohíbe el tango". El tango en París había sido fulminado por considerarse lascivo y ofensivo para la moral. Con esta medida se continuaba un afán persecutorio que ya había contaminado a otras naciones europeas. El Emperador Alemán Guillermo II, el Rey Jorge de Inglaterra y hasta un rector de la Universidad de Filadelfia habían prohibido el tango en sus respectivos territorios. Posteriormente, el Vaticano se pronunciaría de manera favorable a la prohibición de Amette, “aprobando las palabras y los deseos de nuestro compañero uniendo nuestra voz a sus protestas que, en todas partes, se elevan contra semejantes indecencias”.  

     Y cuando en París ya se daba el tango por perdido, Erik Satie publicó Sports et divertissements, una partitura compuesta de veinte miniaturas entre las cuales había un tango, el Tango Perpetuo. Con el desparpajo y la ironía que le caracterizaban, el músico francés redactó una líneas en su partitura con la clara intención de ridiculizar la persecución promovida por el Cardenal. El tango es la danza del diablo, escribió, es su preferida. La baila para enfriarse. Su mujer, sus hijos y sus criados se enfrían de esta manera. 


 
     Dos cosas llaman la atención en esta partitura. Primero, que un compositor de música “clásica” escriba un tango. Y segundo, que el ritmo empleado no se corresponda con lo que a priori cabe esperar de un ritmo de tango, sino más bien con un ritmo de Habanera. Intentemos aclarar estos dos puntos.

     Satie, al menos en su última época, encaja con la corriente neoclásica. Esta tendencia proponía liberarse de los excesos wagnerianos por medio del cultivo de elementos barrocos y clásicos. Y entre ellos se encuentran las danzas, tan presentes en la música antigua. De ahí, tal vez, que los músicos neoclásicos se sintieran atraídos por las danzas, y particularmente por el tango.

     Sobre el asunto de Habanera sostiene Horacio Salgán en su "Curso de Tango" que hay  dos tipos de tango, “el de la primera época con acompañamiento de Habanera; y el Tango en su concepción actualizada”. La Habanera nace como Country-Dance inglesa,  pasa por  los salones de Francia, y culmina en América donde aparece registrada como “Contra Danza Cubana”. Así que el Tango toma su primera forma de acompañamiento de la Habanera estilizada de Europa, y señala, además, que tal vez venga influenciado por el Tango Andaluz. Escuchemos a continuación un Tango compuesto en 1890 por Isaac Albéniz, también con acompañamiento de Habanera, que pertenece a su cuaderno "Seis hojas de álbum".


     El camino trazado por Erik Satie en la dirección neoclasicista y, en consecuencia, el interés por el tango, fue seguido por otros compositores franceses de la misma corriente. Francis Poulenc compuso un tango para la música incidental de la obra de Anouilh “L’invitation au Château”; y Darius Milhaud compuso otro para el Ballet “Le boeuf sur le toit”. Sin embargo el tango de Milhaud es un tango brasileño, una maxixe, que es una derivación de la polka traída a Brasil por inmigrantes europeos, y no debe ser confundido con un tango argentino. 

     También Strawinsky sintió inclinación por el tango. Afincado en Los Angeles durante la Segunda Guerra Mundial se propuso componer obras llamativas con la única intención de hacer dinero. La primera obra que publicó con este propósito fue un tango. Pero en este tango ya no se percibe una sugerente melodía porque se trata un Tango Rítmico. “Si un tango comienza con una primera parte rítmica muy atractiva y de gran impacto”, afirma Salgán, “nos inclinaremos a clasificarlo como Tango Rítmico, aunque su segunda y tercera parte sean Melódicas”. Detengámonos un momento a escuchar el Tango Rítmico del compositor ruso. 



     Un caso verdaderamente singular, y con esto concluimos, es el del pianista norteamericano Yvar Miskashof. Enamorado del tango, se propuso reunir una colección de tangos para piano solo en colaboración con la Quadrivium Music Press. Y para ello invitó a numerosos compositores para que compusieran un tango que debía contener estas características: que fuera para piano solo, que no excediera los tres minutos, y que mostrara rasgos idiosincrásicos del tango. La respuesta no se hizo esperar y al cabo de un año ya había recopilado hasta 127 tangos de distintos compositores: John Cage, Aaron Copland y Karlhein Stockhausen, por ejemplo. El que sienta curiosidad por conocer el listado completo de los tangos que Miskashof recopiló para esta International Tango Collection puede visitar este enlace a la Biblioteca de Buffalo; y el que desee, simplemente, escuchar alguna de estas composiciones las encontrará a continuación.