lunes, 20 de febrero de 2012

Despanzurrando músicos

     La Fundación Juan March de Madrid ha organizado en febrero una serie de conciertos, todos ellos hilvanados por el sugerente asunto del duelo musical; y, para mayor semejanza con las condiciones primeras, se ha empleado en una minuciosa investigación a fin de programar las obras que oyeron los presentes en aquellas veladas insignes de finales del XVIII. Mozart contra Clementi, Pleyel contra Haydn, Beethoven contra Wölfl, y Thalberg contra Liszt; las luchas de estos titanes de la interpretación quedaron felizmente registradas en diversos documentos de la época, cartas de Mozart y reseñas de periódicos, a los que ahora podemos acceder gracias a la gentileza de la Fundación, que incluyó una traducción de los mismos en su programa de mano. De entre los duelos citados tengo, sin duda, por más sugestivo el acontecido al fortepiano entre Mozart y Clementi, pues los contendientes se vieron de pronto y por sorpresa enredados en una trampa tendida por el Emperador José II.

     Ocurrió el famoso duelo durante la noche del 24 de diciembre de 1781. De acuerdo a sus cartas, sabemos que Mozart reaccionó ante las poderosas capacidades técnicas de Clementi; el músico italiano se había labrado una amplia fama como maestro del teclado incluyendo en sus obras novedosos e imposibles alcances técnicos, como las notas dobles a gran velocidad, y no estaba dispuesto a dejarse ensombrecer por los alardes del joven Mozart; de ahí que escogiera para el duelo sus obras de mayor dificultad. La crítica de Mozart a estas destrezas no se hizo esperar: "Clementi es sólo un mecánico", escribió, "un mecánico que toca con una carencia espantosa de gusto y sentimiento". Por su parte, Clementi mostró hacia la interpretación de Mozart una opinión más noble: "Jamás había escuchado hasta entonces a ninguna persona tocar con semejante espíritu y gracia, me quedé verdaderamente asombrado por un Adagio y por sus Variaciones improvisadas, para el que el propio Emperador había escogido el tema..."

     No le guardó estima Mozart a Clementi. Dos años después volvió a arremeter contra el italiano, esta vez con respecto a la velocidad de ejecución: "Clementi es un charlatán, como todos los italianos. Escribe Presto en una sonata, e incluso Prestísimo o Alla breve, pero luego la toca en Allegro a 4/4". Pero tampoco hubo de guardársela a Salieri, tristemente célebre por habérsele acusado de dar muerte a Mozart por envenenamiento; atormentado por el rumor hubo de defender, aún en su lecho de muerte, su inocencia. Parece que la rivalidad entre estos dos compositores se originó con motivo de un duelo que en esta ocasión no favoreció a Mozart. La disputa es la siguiente: Mozart solicitó del Emperador el puesto de Profesor de Música para la Princesa de Wurttenberg, pero éste se lo denegó en favor de Salieri aludiendo a sus mejores cualidades como profesor de canto. Cuando al año siguiente también se le denegó el puesto de Profesor de Piano fue su padre, Leopold, quien tendió a Salieri su dedo acusador: "Salieri y su tribu moverán cielo y tierra con tal de hundirlo", escribe el desesperado padre a su hija Nannerl. El director de cine Milos Forman concedió a Mozart, al menos, el placer de humillar a Salieri en presencia de su querido Emperador; detengámonos un momento a disfrutar de esta gran escena:


     Más interesante, si cabe, es el resultado de otro duelo acaecido en 1747 entre el Emperador Federico el Grande y el maestro Johann Sebastian Bach. El compositor se había desplazado hasta Postdam para visitar a su hijo Carl Phillippe, y una vez allí fue invitado por el Emperador a uno de esos conciertos de Música de Cámara que se celebraban en el Palacio de Sanssouci. El Emperador, gran amante de la música y esforzado flautista, recibió con honores al gran Bach, y para probar su valía se sentó en un magnífico fortepiano y tocó un tema musical de pocos compases, que aseguraba haber compuesto él mismo. Concluida la audición, Federico II retó públicamente a Bach a improvisar una fuga sobre este tema. Se cuenta que Bach resolvió el reto con tanta audacia que no sólamente el Emperador hubo de manifestar a todos su honda satisfacción, sino que también los presentes quedaron profundamente embelesados. 

     Pero al maestro Bach no se le reta alegremente sin que el atrevido reciba mayor castigo que la satisfacción de la prueba; y así el genial compositor trabajó sobre este tema hasta lograr una gran obra compuesta de dos Ricercares, diez Cánones, y una Sonata a trio, todos ellos según el tema regio, y que vino a llamar "Ofrenda Musical", dedicada al Emperador. Y he aquí la broma de Bach, la brillante bofetada por la insolencia de Federico: la Sonata a trío está compuesta para violín, continuo y flauta. Y la partitura de la flauta, que a todas luces habría de ser probada por el propio Federico, contenía unas dificultades técnicas muy por encima de las posibilidades del intérprete, con lo que se tiene por cierto que jamás hubo de tocar el Emperador esta partitura. La película suiza "Mein name ist Bach" contiene una brillante escena en la que por esta incompetencia queda el propio Emperador vergonzosamente humillado.

     El quedar vergonzosamente humillado, y aún destruido, vencido y aplastado, es un castigo muy común de los héroes que, por cualesquiera razones, si bien generalmente guiados por su orgullo, provocan un enfrentamiento desigual contra fuerzas muy superiores, y se conoce esta osadía con el nombre de hybris. En "Los mitos antiguos y el hombre moderno" afirma el Dr. Joseph Henderson que el sacrificio o la muerte del héroe, y en este sentido también el castigo desmesurado, ha de interpretarse como el paso necesario para el alcanzamiento de la madurez; la traición o derrota, pues, se emplea específicamente como castigo por la hybris.

     Si acaso existe en la música un ejemplo distinguido de castigo por la hybris lo hallaremos otra vez en la mitología griega, y será nuevamente un flautista quien sufra los más severos castigos por su impertinencia. La diosa Atenea, habiendo inventado la flauta se regocijaba a menudo extrayendo de ella las más dulces melodías, pero un día vio en un reflejo que sus facciones se distorsionaban al tocar el instrumento y, en un rapto muy humano, lo arrojó malhumorada, maldiciendo a quien lo recogiese. Vino a dar con ella el sátiro Marsias, y se entusiasmó a tal punto con el instrumento que pronto se convirtió en un afamado flautista. Se extendió pronto el rumor de que su talento superaba incluso al del mismo Apolo, y el dios, enterado del asunto se presentó ante Marsias para desafiarlo a un duelo musical. Vencido por el dios, sufrió el tremendo castigo de ser despellejado vivo, como bien se aprecia en el terrible lienzo de Luca Giordano.

     Concluyamos con la descripción que hace de esta historia el poeta Ovidio, y cuidémonos los músicos -que a muchos nos es muy propio este comportamiento-, de dejarnos vencer por el orgullo y la soberbia: "¿Por qué me arrancas de mí mismo? grita Marsias, ¡Ay! Piedad, la flauta no vale tanto... Y gritando le arrancaban la piel del cuerpo, y todo él no era más que una sola yaga. La sangre brota por todas partes, los músculos quedan al descubierto, las venas laten temblorosas, y en su pecho se podrían ver los órganos palpitantes y las entrañas transparentadas..."




-Primera parte del Duelo Mozart Clementi en inglés: Enlace
      Segunda parte del Duelo Mozart Clementi en inglés: Enlace
      Lo mismo, pero en francés: Enlace 1; Enlace 2

- Mein Name ist Bach: Enlace

lunes, 6 de febrero de 2012

Música en el Hermitage II: La ausencia de sonido

     Gog es un personaje peculiar de Giovanni Papini, de los que a muchos nos gusta admirar en la distancia. Incluyamos en esto al mismo Papini, por haber dicho ya varios estudiosos que este Gog no es otra cosa que un alter-ego del literato. Gog es un ser humano de aspecto repugnante, próximo a la decrepitud, solitario y silencioso, a quien el autor dice haber conocido en un sanatorio. Entrenado en el arte de apaciguar locos, pronto se gana  la confianza de este fenómeno y averigua que se trata de un próspero negociante que, habiendo hecho grandes fortunas, ha dedicado muchos años al ejercicio de formarse, viajar y aprender; y de todo ello ha dado señas en unos legajos en forma de diarios. Estos diarios se los cede con gusto al escritor italiano, y es por su notable edición y traducción que ahora se encuentran al alcance de cualquier lector interesado. 

     Entre los episodios conservados está aquél en que varios compositores imploran una cantidad para  la composición de una música revolucionaria.  Así, un músico boliviano le pide dinero para costearse la creación  de "una música del silencio". "Toda música tiende al silencio", se justifica el artista, "he encontrado la manera de prescindir de la armazón superflua de las notas y le ofrezco el silencio en su estado genuino de pureza". Dicho esto, procede Gog a detallar la interpretación de esta Sinfonía: "Nadie se movió, no se oyó sonido alguno, solamente el director se movía (...) como si oyese una melodía que le era revelada a él sólo".

     Este sobre Giovani Papini es solamente uno de los pensamientos que me inspiró la contemplación del Cuadrado negro sobre fondo blanco, del pintor ruso Kazimir Malevich, que en estos momentos forma parte de la selección prestada por el Hermitage para la célebre exposición del Museo del Prado, un tanto ensombrecida por el hallazgo de la nueva Mona Lisa. No ha de ser casualidad que el público de esta exposición se agolpe alrededor de la Mujer con sombrero negro de Van Dongen  y haga en ésta gestos de admiración, y en cambio mire ceñudo y desconfiado este Cuadrado negro abandonado y desatendido. La analogía musical es clara, y esto se debe a que primero, en su forma de abstracción pictórica se observan notables equivalencias con las de abstracción musical; y segundo, que la actitud del público ante tales abstracciones muestra también una innegable similitud. Intentemos perseguir esta idea con el solo propósito de ver hasta dónde nos lleva. Soy consciente de que a muchos les parece este tipo de arte una solución hábil a carencias técnicas concretas, cuando no una simple tomadura de pelo. Sigamos, no obstante, el consejo que nos da Shopenhauer en el "Arte de tener razón", y que sugiere la necesidad, para el bien de cualquier discusión, de alcanzar al menos un acuerdo sobre algo, y acordemos, por tanto, que nos hallamos ante verdaderas obras de arte representativas del sentir de su tiempo.

     El Cuadrado de Malevich pertenece  al Suprematismo, que promueve el rechazo de la figuración en favor de las cualidades expresivas del color. Por ello sus cuadros muestran figuras de diversos colores que fluyen sobre un fondo blanco. La idea que subyace bajo esta resolución es la de Kandinsky, según la cual el artista ha de superar  la apariencia superficial y buscar una realidad más profunda (más psicológica, si se prefiere). Para ello recurre a los colores, que pueden transmitir verdades espirituales que se ocultan más allá de las apariencias cotidianas. Kandinsky expuso sus criterios en su libro "De lo espiritual en el arte", y en él abordó el complejo tema de los efectos psicológicos del color y de sus equivalencias con los sonidos musicales: "El segundo resultado principal de la contemplación del color, es decir, el efecto psicológico de éste (...) Aquí aparece la fuerza psicológica del color, que provoca una vibración anímica (...) finalmente, la calidad acústica de los colores es tan concreta que a nadie se le ocurriría reproducir la impresión que produce el amarillo claro sobre las teclas bajas del piano..."


      De todas formas, la abstracción no es un logro que deba atribuirse solamente a la pintura. Toda obra de arte es hija de su tiempo, así dice Kandinsky al principio de su opúsculo, y por ello lo son también las corrientes que la adoptan. La arquitectura tampoco es ajena a esa transformación. Tal vez fue Frank Lloyd Wright el primero en comprender que lo importante de una casa no era tanto su fachada exterior como las habitaciones en que la vida se desarrolla; si la casa era cómoda y se adaptaba a las exigencias de sus moradores, qué importancia habrían de tener la decoración exterior y la simetría. ¡Fuera las cornisas, fuera las molduras, abajo toda decoración superflua! Lo que realmente vale es el interior, y éste no lo podemos representar sirviéndonos de las formas tradicionales. Así pensaron los pintores, y así lo hicieron también los músicos, que por suerte de un proceso de reducción y desintegración llegaron a una música altamente expresiva, desvinculada de los recursos habituales de la tonalidad.

     Una vez más asistimos a la equivalencia de las artes. La abstracción sugiere eliminar, simplificar o reducir, y en pro de esta reducción suele hacerse una división más o menos aceptada entre abstracción orgánica y abstraccción geométrica, mostrando la primera un aspecto más suelto del proceso creativo, y  la segunda una reducción de la forma tradicional a sus elementos más primigenios, es decir, el trazo, la línea. Entiendo la equivalencia orgánica en las abstracciones musicales de Scriabin; y las geométricas en los logros seriales de la Segunda Escuela de Viena encabezada por Schoenberg, y por el posterior Serialismo Integral, liderado por Stockhausen y Messiaen.

     Pero volvamos, y con ello concluimos, al asunto de los colores y de los sonidos. Kandinsky volverá a guiarnos por este engorroso sendero hacia la comprensión de la simbología del blanco y del negro. "El blanco, que a veces se considera un no color, es el símbolo de un mundo donde han desaparecido todos los colores (...) ese mundo está tan por encima que no nos alcanza ninguno de sus sonidos. De ahí nos viene un gran silencio (...) por eso el blanco actúa sobre nuestra alma como un gran silencio absoluto. Interiormente suena como un no sonido que puede equipararse a determinadas pausas musicales (...). El negro suena interiormente como la nada sin posibilidades, como la nada muerta, como un silencio eterno sin futuro ni esperanza. Musicalmente es una pausa completa y definitiva; exteriormente es el color más insonoro..."

     Aquí tenemos, pues, al Cuadrado Negro sobre fondo blanco de Malevich, pero... ¿cuál es su analogía musical? ¿Tal vez la idea de locos del boliviano de Papini? Concluyamos con la composición que a mi me parece más análoga al cuadrado negro, pero nadie lo tome a risa, pues la obra que presento a continuación es, sin duda, la más representativa de su compositor.... ¡afinemos el oído!

1.-) David Tudor interpreta la conocida obra de John Cage 4'33''


2.-) Los tres últimos Estudios para piano de Scriabin


3.-) Etude "Mode de valeurs et d'intesités", de Messiaen, que muchos tienen por origen del Serialismo Integral.

BIBLIOGRAFÍA (EN NEGRITA PARA LA ÚLTIMA ENTRADA PUBLICADA)

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